Sunday, February 12, 2006

Tus manos...

Era como si durante 10 años nevara todo el tiempo en su cabeza, hasta llegar a ser la más blanca en la historia de la vejez. Combinaba tanto con aquellos zapatos de charol blanco que compró en la esquina cerca del chimichurri “Crudosqui” de su vecino el Sr. Crudo (su verdadero nombre, probado con acta de nacimiento y todo), quien durante años le permitió tener una cuenta, la cual nunca pagó, porque era tanto lo que debía, que el cuaderno se terminó y comenzaron a apuntarlo en servilletas, que cuando venía diciembre se las llevaba con sus brisitas tan anheladas por todo el Caribe.

Yo siempre quise escribir una historia de esa señora, y es que era tan particular; todo: su forma de caminar, vestir, hablar, bailar, reír, llorar, gritar… No me malinterpreten, no soy espía, es que era inevitable verla hacer todo eso porque era única. Su marido la había dejado durante la guerra civil del 65, porque se creía izquierdista y terminó ocupando un carguito en el gobierno de “aquel” en el 66. ¿Quién lo diría? De extrema izquierda, a tumba polvo de un cortesano. Bueno, bueno, bueno, no entremos en ese tema porque sino entro en contradicción con algún lector confundido, y realmente me interesa que se sepa la historia de aquella señora. Es breve, no os preocupéis, no os quitaré mucho tiempo.

68 años, una hija, 4 perros, 1 gato, 5 betas, 2 canarios, 1 gallina amarrada de la pata derecha, 2 puercos que nunca tocaría y que varias veces el vecino le propuso hacer un sancocho con ellos para apoyar su candidatura y le salió tremendo bofetón porque consideró que era una propuesta indecente (quién la hizo Demi Moore a esta señora), 1 sofá que olía a asilo, 3 sillas plásticas Coral Merengue que se llevó del colmado de Kiko, 1 mesita con un florero sin flores, 3 cuadros de Guillo Pérez, unas pantuflas de flores rojas y verdes, posuelos de comida por todas partes, y una cama sostenida por 4 latas de pinturas, que ya estaban oxidadas del tiempo que llevaban allí, y de las inundaciones que había sufrido la casa. Eso era todo lo que la rodeaba. Recibía un sobre mensual con suficiente dinero como para cubrir sus necesidades.

Iba mucho al mercado, a comprar la comida de su “granja”. Podía ver como su mirada se perdía entre los encantos de los colores naranja de las chinas y las zanahorias, rojo de las cerezas, verde de los limones, amarillo con pintas negras de los guineos, morado de las berenjenas, y el azul de la piel del supervisor del mercado “jarto” de que se fuera sin pagar. Con los años te hiciste despistada, ya no hablabas, era como si habías vuelto a tu infancia con arrugas por doquier, huesos frágiles y dientes ausentes.

Olvidaste que él te dejó en el 65; se te perdió el recuerdo de haber dado a luz. Dejaste tirada sin recoger, tu carta de vida. Ya no valían profesiones, ni maestrías, ni buenas notas… Tu cerebro estaba allí; pero no operaba como siempre, al parecer flotaba en el diagnóstico de un doctor que ya no existe para ti, porque no lo registraste. Es curioso, no se te olvidó nunca alimentar a los animales. Sabías que tenías seres que dependían de ti; lo que pasa es que no eras capaz de discernir si eran humanos o animales. Tu silencio era más que paz, tus movimientos era más que lentos, tu mirada estaba más que perdida… ¿Cómo sabías que ese sobre llegaba todos los meses? ¿En qué parte de tu cabeza archivaste eso, y me dejaste a mi fuera? Yo que repito tus gestos de manera inconciente; que reflejo tu imagen en mi rostro; que solía habitar en tu vientre. Yo que ahora sólo dejo ese sobre cada mes en tu puerta.

3 Comments:

Blogger Montirul said...

:'(

11:53 AM

 
Blogger gisellita® said...

eres la pulga más bella del mundo. Te amo!

tu hermanita.

2:01 AM

 
Blogger Mmn said...

me gusta como escribes...

9:16 AM

 

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